Hecho es mejor que perfecto.

Hecho es mejor que perfecto.

Un día, frente al cansancio y la autoexigencia, escribí repetidamente -recordando el colegio- una frase que simplemente decía:

“Hecho es mejor que perfecto.”
No por original, sino por necesario.









Me lo repetí porque me di cuenta de algo: lo que para mí hoy es mi 100 %, mañana quizás lo veo y pienso que solo era un 80 %. Y así, empiezo a medir todo, como si nuestras capacidades, fuerzas o circunstancias pudieran reducirse a porcentajes exactos.

En esa lógica de medir y corregir constantemente, aparece la sensación de que nunca es suficiente. Que todo lo que hago podría estar “mejor”. Y sí, claro, todo es susceptible de mejora. Pero no todo necesita ser mejorado para tener valor.

Lo que me transforma no es alcanzar la versión más pulida de algo.
Lo que me transforma es hacerlo.

Publicar aunque me falte una coma. Terminar aunque no esté brillante.
Mostrar aunque no esté “cerrado”.

Hecho es mejor que perfecto, porque mientras espero que todo esté en su lugar, la vida sigue pasando.

en_GBEnglish